sábado, 26 de julio de 2008

CÓMO QUISIERA HABLARLES DEL MATICO


Publicado en El Diario de la Región, de Resistencia, Chaco

Clara Riveros Sosa


Gozamos hasta hace poco de una larga seguidilla de días con temperaturas primaverales, casi veraniegas, que nos hacían suponer que si alguien despertaba en ese tiempo de un largo sueño- un estado de coma tal vez- no hubiera podido acertar jamás con la estación del año en que se encontraba. Mis vecinos de enfrente acaban de cosechar mangos maduros, la morera de la vereda se cubrió de brotes de un verde translúcido y de pequeñas inflorescencias y, aunque éste ha sido siempre el momento de esplendor de los lapachos y las falsas caobas, no son ahora las únicas especies que se lucen: en el campo comienzan a abrirse las flores de verbenas, tréboles y de otras hierbas y arbustos que desconozco. Tanta abundancia atrajo abejas, diminutas avispas, mariposas coloridas que cruzan claros y picadas y unas más pequeñas y muy bonitas que cubren los margaritones de bañado, mientras que el aire, en el monte como en la ciudad, se puebla de cuchicheos y silbos de pájaros y del repiqueteo y las agudísimas voces de los picaflores.  
  Disfrutamos de ese estado de cosas aun a sabiendas de que representa una anormalidad, tanto como la sequía prolongada y dramática que azota a la provincia. Aprovechamos esta primavera divorciada del calendario con plena conciencia de que estos fenómenos están conectados, que son dos caras de una misma moneda que se nos da en pago por las profundas alteraciones que le estamos provocando a nuestro mundo. Pero, en medio de tanta exuberancia a destiempo, unos silbidos extraños, melodiosos y melancólicos, casi humanos, me despegan de toda preocupación y me atrapan con el enigma de su origen. Proceden del centro de la manzana. Imposible detectar a su autor. Y se repiten durante varios días hasta que, por fin, una mañana, puedo visualizar a medias, entre las hojas y frutos de una palmera, la silueta y los colores de un sujeto increíble, más increíble todavía porque “no debería estar allí”. Se desplaza sin parar, semi oculto, y de improviso emprende raudo vuelo dejando boquiabierta a esta observadora. Tras una espera acechante, tengo la suerte de volverlo a ver días después y de confirmar la sospecha de que esa figura, antes confusa y que ahora se exhibe plenamente durante largo rato, corresponde efectivamente a un matico. Me explico: un matico es un “pariente” de los tordos (un ictérido), pero con más facha que la mayoría de ellos ya que mide unos 22 o más centímetros del pico al extremo de la cola, y luce un amarillo naranja refulgente, con alas y cola de un negro intenso con una sección blanco puro. Su cara está cubierta por una especie de máscara, negra también, que se continúa en la parte alta del pecho y sobre la que se destacan el pico claro y unos ojos de iris amarillo distinguibles a la distancia.  
  Lo extraordinario de la presencia del matico por estos pagos reside en que es un ave silvestre, nunca habitante o visitante urbano, más bien arisco según me cuentan los que saben, y cuya área de dispersión comprende la región central de América del Sur, sin ocupar la zona andina, ni el Uruguay, ni el sur de Brasil ni de Paraguay, pero entrando en la Argentina solamente a una parte de Formosa, sin haber registros de él en nuestra provincia. El reporte de este avistaje que envié prontamente a un grupo de ornitólogos argentinos, algunos de ellos muy prestigiosos, removió bastante el ambiente y suscitó diversas hipótesis acerca de si era o no un ejemplar silvestre que pudiera haberse desviado de su espacio natural, o si bien se trataba de un individuo de jaula –escapado- que frecuentaba el poblado por estar previamente habituado a la proximidad humana, si pertenecería a la raza que se encuentra en Formosa o a otra más lejana, lo que daría idea, en el último caso, de su procedencia del tráfico. Una naturalista aportó anécdotas acerca de la particular inteligencia de esta ave, y hubo quienes comentaron sus experiencias en Formosa o en otros países, y uno de ellos me envió una grabación de las voces del matico para que comparase con lo que yo había escuchado. Este pájaro, que en otros lados recibe los nombres de toche dorado o de trupial, es, en una de sus razas (las razas son la expresión de unas diferencias locales dentro de la misma especie, bastante sutiles para el común de nosotros), el ave nacional de Venezuela, pero es de suponer que la aparición del matico por acá no tiene nada que ver con la política de Chávez.  
  Dejé a los expertos enzarzados en sus debates y me quedé con el placer de haber disfrutado de la cercanía de un pájaro bellísimo e inesperado, y con la ilusión de encontrármelo nuevamente, pero no entonces en medio de jardines ciudadanos donde siempre correrá el riesgo de ser atrapado o abatido. En esa circunstancia, lo único que le juega a favor es la general indiferencia hacia el medio que nos rodea, al extremo de que no son reconocidas ni advertidas, ya no aves extrañas, sino ni tan siquiera las manifestaciones más comunes y habituales del ambiente que nos es propio. 
  El matico nos permitió una distensión, y también despertó la añoranza de disponer con frecuencia de este espacio mediático para conversar de cosas tan gratas que nos apartan –aunque sea por un breve instante- de los trajines y desasosiegos que se derraman sin cesar sobre nuestras vidas. Aletazos de naturaleza, de bondad o de arte, que nos permiten tomar contacto con los mejores aspectos de la existencia. Las inquietudes y sobresaltos, diarios y constantes, no provienen más que rara vez de sucesos del ambiente natural sino, antes bien, de calamidades desatadas por actos y obras humanas, fieles consecuencias de la ineptitud, la ignorancia, la corrupción, la codicia y el desdén por el otro y lo otro; cuestiones de las que de ninguna manera podemos desentendernos porque hacen no sólo al día de hoy sino al futuro en común. Todo lo cual significa que, pese a tener muchas ganas de dedicarme a contarles del fueguero escarlata que se posa en mi ventana, de los amigos que hacen trabajos solidarios o investigaciones científicas y hasta de incursionar -aunque más no fuere tangencialmente- en algunos tópicos de la literatura o del arte; pese a esas buenas tentaciones, decía, sólo las retomaré de vez en cuando porque, mientras tanto, la instalación de la planta de arrabio en Puerto Vilelas avanza sin que parezca un obstáculo la inexistencia de la evaluación de impacto ambiental del propio parque industrial en que se establecería la planta; porque, en tanto, continúa la depredación de los montes nativos que la demanda de carbón de dicha planta terminará de liquidar como ha hecho en Brasil, donde esta empresa fue sancionada por tal causa; porque inundaciones y sequías devastan la provincia como corolario del arrasamiento de selvas y montes dentro y fuera de ella; porque mientras, se insiste férreamente en mantener en el país el contaminante modelo industrial de otros siglos; porque –aun en el centro de conflictos por escasez hídrica- no se respeta la salud del agua que es la salud de todos los seres vivos; porque luego de una “primera” jornada sobre el estado de nuestro río Negro (la cual fue meramente expositiva), meses después, todavía no se concretó la prometida segunda parte que sería participativa y con talleres; porque mientras, el vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda, y el famoso financista húngaro George Soros, asociados en una empresa, pretenden represar el río Ayuí, en Corrientes, para crear una enorme lago artificial ¡y en la zona del Iberá! para poder regar y dedicar muchas miles de hectáreas que poseen a cultivos, principalmente de arroz, bajo el recurrente pretexto de generar puestos de trabajo, pero impidiendo que el agua fluya -nunca más- hacia la parte baja de la cuenca y, de paso, eliminando bosques de ribera y pastizales; porque mientras tanto y también en la provincia vecina, con el beneplácito oficial, dos grandes empresas de rango internacional estudian la posibilidad de instalar plantas pasteras y, un poco más allá, Entre Ríos proyecta venderle su madera a.. ¡Botnia!  
  Después de todo lo comentado ¿qué alivio tendrían nuestras preocupaciones sin un monte saludable, y próximo por donde caminar cada tanto, o sin verde sombra ni pájaros que deparen momentos mágicos en medio de la ciudad, o sin el apoyo del arte, de los libros y de los amigos?